lunes, 28 de noviembre de 2016

Capítulo 2

EL REGRESO DE HEIDI
CAPÍTULO 2: EL REENCUENTRO




LOS ALPES, SUIZA
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INT. / CASA DE PEDRO / DÍA

Brígida y su madre están conversando mientras la primera prepara la comida. La abuela de Pedro está hilando lana como de costumbre.

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Brígida: Echas de menos a Heidi. ¿Verdad, madre?

Abuela: Todavía recuerdo cuando entraba por esa puerta cuando era niña con su alegría y su risa tan contagiosa. Cómo extraño a Heidi, hija… Me daba vida escucharla contar sus historias de las montañas y cuando venía a leerme el libro de salmos. Parece que fue ayer y mira, ahora ya se va a casar…

Brígida: Pedro está muy raro desde que supo del matrimonio de Heidi… Creo que está celoso del tal Bruno.

Abuela: ¿Celoso Pedro, Brígida? ¿Tú crees que mi nieto siente algo más que amistad por esa muchacha?

Brígida: Pedro es un chico muy reservado, nunca me ha dicho nada pero yo sé que siempre la ha querido, sólo que nunca se atrevió a hablarle de sus sentimientos. Ya sabes como es Pedro, madre.

Abuela: Lo sé, hija…

En ese momento alguien abre la puerta de la casa y entra en la humilde cabaña. Es Heidi.

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Heidi: ¡Abuela! ¡Ya estoy de vuelta!! (Sonríe contenta dejando sus maletas en el suelo)

Abuela: ¿Heidi? (Sonríe) ¡HEIDI, MI NIÑA!!! ¡Cuantos años!!! Ay que contenta me has puesto. Brígida, es Heidi. ¡Nuestra Heidi!!! (Se le saltan las lágrimas)

Brigida: Bienvenida Heidi. (Sonríe, se dan un beso en las mejillas)

Heidi: ¡Abuelita! (La abraza)

Abuela: ¡Heidi! Mi niña… (Sonríe, ambas siguen abrazadas)

Heidi: En cuanto recibí la carta de Brígida no lo dudé y me puse en camino. Mi tren llegó a Maienfeld hace apenas dos horas.

Brígida: Qué bueno volver a verte. Tu abuelo se va a poner más contento cuando te vea, Heidi.

Abuela: ¿Y cuanto tiempo te vas a quedar mi niña?

Heidi: No lo sé, abuela, ando con exámenes en la universidad y debería volver en menos de dos semanas pero… Estoy preocupada por mi abuelito. ¿Cómo está?

Brígida: Precisamente fuimos a verle hace poco y anda fastidiado, mucha tos, deberías obligarle a ir al médico.

Heidi: Me gustaría poder llevarle a Frankfurt conmigo aunque fuera una temporada, además allá hay muy buenos doctores.

Abuela: Dudo mucho que el viejo de los Alpes quisiera salir de estas montañas para ir a Frankfurt así sea de visita, Heidi. Tú bien lo conoces.

Heidi: Ya lo sé, abuela pero… ¿Bueno y dónde está Pedro?

Brígida: Con las cabras en los pastos, no bajará hasta última hora de la tarde.

Heidi: Ay claro, es verdad, ya empezó la primavera. La verdad que echaba mucho de menos todo esto. Las montañas, los árboles, el cielo, el campo… todo. (Sonríe contenta)

Abuela: Imagino que Frankfurt debe ser una ciudad muy bulliciosa y llena de gente por todas partes.

Heidi: Sí, la verdad no me gusta mucho pero el padre de Clara se ofreció a darme alojamiento gratis mientras estudiaba la carrera de enfermería allá, así que…

Brígida: ¿Y cuando es que te casas, muchacha? Tu abuelo nos dijo que piensas casarse con un joven de Frankfurt.

Heidi: Creo que será ya el año que viene, aún no sé si en junio podré terminar la Universidad. Bueno me voy, quiero llegar cuanto antes a casa del abuelito. Ya nos vemos otro día. ¿Sí?

Abuela: Heidi, prométeme que vendrás a visitarme más veces mientras estés aquí, por favor.

Heidi: ¡Claro que sí abuela! ¡Hasta pronto Brígida!

Brígida: Chao Heidi, dale recuerdos a tu abuelo.

Abuela: Hasta pronto mi niña. (Sonríe contenta)

La chica se marcha y sigue su camino hacia la cabaña de su abuelo, andando por un estrecho camino de cabras, cruzando un bonito bosque.

FRANKFURT, ALEMANIA
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INT. / MANSIÓN SESEMAN, BIBLIOTECA / DÍA

La señorita Rotenmeier y su sobrina Astrid hablan sobre Heidi. La primera está sentada en una silla tomándose un té con pastas. La pelirroja está junto a la ventana, fumando.

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Astrid: A esta hora ya deben estar en ese mugroso pueblo de los Alpes, tía.

Srta. Rotenmeier: Sí, me imagino que sí… (Mirando un reloj de pared)

Astrid: ¿Qué tendrán esas malditas montañas que le gustan tanto a esa cabrera?

Srta. Rotenmeier: ¿Qué van a tener? Nada, su abuelo es un viejo gruñón que vive aislado de todo y de todos, no tiene sociedad con nadie ese vejestorio. Es un ermitaño y así se morirá. Nunca va a cambiar.

Astrid: Bruno me dijo que Heidi quiere traerlo a Frankfurt a vivir con ella. (Dejando el cigarrillo en un cenicero)

Srta. Rotenmeier: ¿A Frankfurt? ¿El viejo? Jajaja, no me hagas reír. A ese anciano no lo sacarán de los Alpes ni con agua hirviendo.

Astrid: Todavía no sé que ha visto Bruno en Heidi, si es una simple pueblerina ordeñadora de cabras.

Srta. Rotenmeier: Y eso que no la conociste cuando llegó la primera vez a Frankfurt con ocho años, entonces era muchísimo peor. No tenía educación ni modales, comía como los animales, sorbía la sopa, guardaba panecillos en el armario, traía animales a la casa… Esa niña era un caso imposible. A mí me tenía desquiciada de los nervios completamente.

Astrid: Ya, ya me has contado…

Srta. Rotenmeier: Tú no sabes la de batallas que tuve con esa mocosa. Nunca pensé que la volvería a ver hasta que al padre de Clara se le ocurrió invitarla a vivir aquí mientras cursaba sus estudios de enfermería.

Astrid: ¿Y no será que esa mosquita muerta anduvo de ofrecida con el señor Seseman y por eso consiguió alojamiento y comida gratis en su casa?

Srta. Rotenmeier: ¿Quéee? ¿Pero qué insinúas?

Astrid: Todo podría ser. Hay que admitir que aún cabrera y paleta es una muchacha muy bella y cualquier hombre podría sentirse atraído por ella. ¿No te parece tita?

Srta. Rotenmeier: Si llegara a enterarme de que Heidi estuviera interesada en mi marido te juro que la mato. Es lo que me faltaba.

Astrid: Esas con carita de yo no fui son las peores. Con Bruno seguro se las da de virgen pero fijo que es una zorra.

En ese momento entra Clara en la biblioteca la muchacha lo escuchado todo tras la puerta.

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Clara: ¿Se puede saber que les pasa con Heidi, par de arpías?

Srta. Rotenmeier: ¡Clara! (Sorprendida)

Astrid: ¿Nunca te dijeron que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas detrás de las puertas, Clarita?

Clara: Brujas…  De usted me lo puedo esperar señorita Rotenmeier, nunca pudo ni ver a Heidi, pero de ti, Astrid… ¿Se puede saber que te ha hecho mi amiga para que la insultes de esa manera?

Astrid: Sólo digo lo que pienso, Heidi seguro se le ofreció a tu padre y por eso tiene cama y comida gratis en esta casa. No es más que una arrimada y una golfa.

Clara: ¡Cállate!! (La pega una sonora y fortísima bofetada)

Astrid: ¡AHHHH!!! (Se lleva una mano a la mejilla)

Escuchamos música incidental.

Srta. Rotenmeier: ¡Clara, por el amor de Dios! ¿Te volviste loca o qué te pasa?

Clara: La próxima vez que vuelvas a decir algo así de Heidi te juro que te vas a arrepentir, Astrid, te lo juro.

Astrid: Estúpida… ¡Siempre la defiendes! Más vale que te andes con cuidado no siendo que tu adorada cabrera piojosa no sea tan santa y dulce como tú te crees.

Clara: ¿Se puede saber qué es lo que insinúas? No te atrevas a difamarla porque…

Astrid: ¿Porque qué? ¿Quéeee? (Soberbia y desafiante) Vuelve a ponerme un solo dedo encima y te juro que te dejo la cara torcida. ¿Me oyes, Clara? ¡Ni te atrevas porque no sabes de lo que soy capaz, desgraciada!!!

Clara: Bruja… Aquí la única arrimada y fresca que hay eres tú, estúpida.

En ese momento Astrid la suelta una brutal bofetada que la empuja contra la puerta, la villana la agarra del cuello con rabia.

Clara: ¡Aggg!!!

Astrid: La próxima vez que vuelvas a insultarme te juro que te saco los ojos…

Srta. Rotenmeier: ¡Suéltala Astrid, suéltala!! (Astrid suelta a Clara)

Clara: Voy a hablar con mi padre para que te ponga de patitas en la calle, desgraciada.

Astrid: Atrévete… hazlo si tienes lo que hay que tener y te juro por Dios que le diré a todo el mundo en esta ciudad que Heidi es una ramera que se le mete a tu padre en la cama todas las noches.

Clara: Eres una… (Furiosa)

Astrid: ¿UNA QUÉEEE? (Soberbia y rabiosa) ¡LÁRGATE DE AQUÍ! ¡FUERAAAA!!! (La saca de la biblioteca del brazo a empujones)

Escuchamos música incidental.

Clara: ¡Suéltameee!!! ¡Que me sueltes te digo!!!

Astrid: ¡Ya me tienes harta!

Pero Astrid es más fuerte y logra sacar a Clara de la biblioteca. Escuchamos música incidental. Astrid pega un fortísimo portazo que retumba en toda la casa. Y es que la pelirroja es una villana muy peligrosa.

Srta. Rotenmeier: No debiste hacer eso, me vas a meter en problemas con mi esposo.

Astrid: No te preocupes, esa idiota no dirá nada por miedo a que esta familia se vea vuelta en un escándalo, créeme. Pero seguro ya le entraron las dudas, jajaja. (Sonríe con maldad)

LOS ALPES, SUIZA
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EXT. / CASA DEL ABUELO / DÍA

El abuelo de Heidi está sentado en un banco junto a la casa, mientras observa el paisaje y talla unos cuencos de madera. Hoy se siente algo mejor aunque continúa con tos y molestias. En ese instante aparece a lo lejos Heidi. La muchacha le saluda.

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Heidi: ¡Abuelitooo!!! ¡Abueloooo!!! ¡Ya estoy aquí!!!! (Sonríe feliz y corre hacia él)

Abuelo: ¿Heidi? ¡HEIDIII!!!! (Se levanta del banco y camina hacia su nieta)

Heidi: ¡Abuelitooo!!!! (Se abrazan) ¡Jajajaja!!!

Abuelo: ¡Heidi, mi niña!!! ¿Cómo estás? Qué guapa te ves, te sienta bien Frankfurt.

Heidi: Me moría de ganas de verte. ¿Cómo te sientes? Brígida me contó que…

Abuela: Exagera, estoy bien… (Tosiendo)

Heidi: Debería verte un médico… Mañana mismo bajaremos al pueblo a consulta, te guste o no.

Abuelo: Está bien, no te puedo negar nada… (Sonríe)

Heidi: ¡Abuelooo!!! (Se abrazan otra vez)

Abuelo: Mi niña… (Sonríe, ambos emocionados se les saltan las lágrimas)

FRANKFURT, ALEMANIA
INT. / MANSIÓN SESEMAN, PASILLO / DÍA

El señor Seseman está discutiendo con su esposa.

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Srta. Rotenmeier: Ya sabes que Astrid y Clara no se llevan bien, mi amor.

Sr. Seseman: Que sea la última vez que me entero de que tu sobrina le pone una mano encima a mi hija. ¿Está claro? ¡La última vez o te juro que la pongo de patitas en la calle!

Srta. Rotenmeier: Sí, Herbert, hablaré muy seriamente con ella.

Sr. Seseman: No sé que pleitos tengan entre ellas pero que no se vuelva a repetir. Esta es mi casa y Astrid no tiene derecho a hablarle así a mi hija ni a sacarla a empujones de la biblioteca. Ahora debo irme, tengo trabajo. (Se va)

Srta. Rotenmeier: Maldita chivata, esa Clara es una estúpida pero voy a solucionar esto a mi manera. Astrid es mi sobrina y no pienso dejar que la echen de esta casa, faltaría más. (Se marcha)

LOS ALPES, SUIZA
INT. / CASA DEL ABUELO / DÍA

Heidi y su abuelo están sentados a la mesa mientras comen un poco de pan, queso y leche de cabra para merendar.

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Abuelo: ¿Qué tal te va en Frankfurt? ¿Cómo van estos estudios, Heidi?

Heidi: Todo bien, abuelo, ya falta menos para que acabe la carrera.

Abuelo: ¿Has venido tu sola?

Heidi: No, Bruno, mi prometido, vino conmigo en el tren pero prefirió quedarse en la pensión de Dorfli. Estaba muy cansado del viaje para subir estas montañas.

Abuelo: Hombre de ciudad… jajaja. (Tosiendo)

Heidi: Te voy a quitar el tabaco, te lo juro. Así no puedes seguir, te dije que dejaras de fumar y ni caso me hiciste.

Abuelo: Ya no me regañes… Así que Bruno se quedó en la pensión.

Heidi: Pero mañana vendrá a visitarte, tengo ganas de que lo conozcas.

Abuelo: Ningún muchacho será como Pedro pero bueno…

Heidi: ¿Pedro? ¿Qué tiene que ver Pedro ahora, abuelo?

Abuelo: Nada, cariño, cosas mías, no me hagas caso.

Heidi: Ya tengo ganas de ver las cabras. Brígida me dijo que Pedro estaba en los pastos.

Abuelo: Seguramente esté ya al bajar, mira la hora que es… (Mirando un reloj de pared)

Heidi: La cara que va a poner cuando me vea, abuelito, jajaja.

Abuelo: Eso mismo digo yo… (Sonríe) Anda, acábate la merienda.


INT. / CASA DE PEDRO, ESTABLO / DÍA

A última hora de la tarde, Brígida está en establo conversando con Sebastián, el amigo de Pedro.

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Brígida: Estoy muy preocupada, la vaca no está bien, Sebastián.

Sebastián: Ya veo…

El animal está echado en la paja, muy enfermo.

Brígida: Quisiera llamar a un veterinario pero no tenemos dinero… Si se nos muere la vaca… perderemos nuestro sustento.

Sebastián: ¿Cuándo vuelve Pedro de la montaña?

Brígida: Debe estar al bajar con el rebaño de cabras. Sólo espero llegue a tiempo antes de que… (Llorando)

Sebastián: No se preocupe, Brígida. Verá como no es nada, seguro se pondrá bien.

EXT. / PRADOS / DÍA

En la montaña, Pedro baja con el rebaño de cabras de los aldeanos de Dorfli. El muchacho, como cada tarde, regresa al pueblo tras haber pasado casi todo el día en los verdes pastos de las montañas. Pedro camina tras las cabras, con una vara de madera en mano.

EXT. / CASA DEL ABUELO / DÍA

El chico llega a la casa del abuelo de Heidi y da un silbido como indicando que acaba de llegar. Pedro deja marchar las dos cabras del viejo de los Alpes hacia el establo. En esto Heidi abre la puerta de la cabaña y le ve. Pedro se queda mudo, pero sonríe contento. Heidi silba y sonríe.

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Heidi: ¡Pedrooooo!!!! (Sonríe y corre hacia él)

Pedro: ¡HEIDIIIII!!! ¡Jajaja, cáscaras!!! (Corre hacia ella)

Heidi: ¡Pedroooo!!!! Jajaja.

Ambos llegan a donde está el otro, Heidi se lanza a abrazar a Pedro, el chico cae de espaldas a la hierba y Heidi sobre él. Ambos sonríen. Pedro lleva la camisa entre abierta y Heidi sin querer coloca sus manos en su pecho.

Pedro: ¿Heidi, eres tú? ¡Viniste! ¡Viniste a los Alpes de nuevo!!! (Sonríe feliz)

Heidi: ¡Sí Pedro!! ¿Cómo estás?

Pero Heidi no se da cuenta de que está sobre Pedro, y esto para él es un poco tenso. Heidi se retira, ambos se ponen de pie.

Pedro: Qué alegría volver a verte. No has cambiado nada.

Heidi: Tú tampoco, estás como siempre. (Sonríe)

Pedro: Imagino vienes por lo de tu abuelo, anda delicado el pobre, ya tiene muchos años.

Heidi: Sí, mañana iré con él al doctor en Dorfli. Antes estuve en tu casa, vi a tu madre y a tu abuela.

Pedro: Imagino lo contentas que se pondrían de verte.

Heidi: Pedro… mi prometido vino conmigo.

Pedro: ¿Quién, Bruno?

Heidi: ¿Cómo sabes que se llama Bruno?

Pedro: Tu abuelo me lo dijo… ¿Y dónde está, en la cabaña del viejo?

Heidi: No, se quedó en la pensión pero subirá mañana.

Pedro: Ahm…

Heidi: Me gustaría que le conocieras, tú eres mi mejor amigo.

Pedro: Amigo… claro… (Sonríe pero molesto)

Heidi: ¿Y qué te cuentas? Oye, Clarita me manda muchos saludos para ti.

Pedro: Gracias, todo como siempre, nada nuevo, sigo de cabrero durante el buen tiempo mientras me ocupado de mi casa y mi familia. En invierno ayudo a mi amigo Sebastián en la carpintería del pueblo y así me saco un dinero.

Heidi: Claro… Oye estás muy guapo, eh. (Sonríe) Ya eres todo un hombre.

Pedro: Tú también estás muy guapa… (Sonríe pensando: Estás preciosa)

Heidi: Ven, quédate un rato con el abuelo y conmigo y charlamos.

Pedro: No puedo Heidi, se hace tarde y debo bajar las cabras. Mañana hablamos. ¿Te parece?

Heidi: Está bien, mañana mejor, sí.

Pedro: ¿Te gustaría subir a los pastos conmigo y con las cabras mañana y recordar viejos tiempos?

Heidi: ¡Claro, me encantaría! Pero antes debo ir al médico con el abuelo.

Pedro: Bueno mañana me dices. Me alegro mucho de verte, Heidi. (Sonríe contento)

Heidi: Y yo a ti Pedro… (Sonríe feliz pero disimuladamente le mira el torso bajo la camisa entre abierta)

Pedro: ¡Hasta mañana!!! (Silbando, las cabras inician la marcha de nuevo)

Heidi: ¡Hasta mañana Pedrooo!!!! (Sonríe) No ha cambiando nada, sigue siendo el mismo de siempre… Ay Pedro… ojalá nunca me hubiera ido de nuevo a Frankfurt… (Triste)

Y es que Heidi sí le quiere como un amigo muy especial, un amigo con el que puede contar para todo, que la entiende, la cuida y la quiere, cosa que no tiene en Bruno. Heidi se da cuenta de que el hombre con el que se va a casar no es como Pedro y comienza a tener dudas.

Heidi: Bruno es tan diferente… tan seco y distante a veces… ¿Será que hago bien casándome con él?

La muchacha entra en la cabaña para ayudar al abuelo a hacer queso.

FRANKFURT, ALEMANIA
INT. / MANSIÓN SESEMAN, SALÓN / NOCHE

Clara y su padre conversan.

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Sr. Seseman: Hablé con mi esposa y me dijo que hablaría con Astrid.

Clara: Quiero que la eches de esta casa, papá. Esa muchacha es una arpía. Es mala gente.

Sr. Seseman: Por ahora ya le dí un toque de atención a través de su tía, veremos a ver que ocurre. ¿Sabes algo de Heidi?

Clara: Imagino que estará ya en casa de su abuelo en las montañas. ¿Será que el viejo de los Alpes ya conoce a Bruno?

DORFLI, SUIZA
INT. / PENSIÓN, HABITACIÓN / NOCHE

Bruno está echado en la cama, no puede dormir y solo da vueltas y vueltas.

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Bruno: Esta maldita cama es más dura que una piedra… Maldita sea la hora en que vine a ese pueblo olvidado de la mano de Dios. Y mañana encima tengo que subir en casa de ese viejo… En cuanto me case con Heidi no volveremos nunca más a este mugroso lugar. No sé que le ve a estas montañas, aquí no hay nada, es puro aburrimiento. Esta pensión ni agua corriente tiene en los baños… Que atraso… (Se tapa con la manta)

INT. / CASA DE PEDRO / NOCHE

Brígida le cuenta a su hijo una inesperada noticia.

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Pedro: ¿Qué? ¿Cómo así mamá?

Brígida: Se murió, hijo, Estrella se murió…

Pedro: No puede ser… ¿Qué vamos a hacer ahora? No tenemos dinero para comprar otra vaca.

Abuela: Ay Pedro… desde que murió tu padre todo son desgracias… una tras otra.

Brígida: Con la leche de la cabra apenas podremos conseguir dinero y lo que te pagan por ser cabrero apenas nos llega para vivir. Tengo algunos encargos como costurera pero… no es suficiente para los tres, cariño.

Pedro: Hablaré con Sebastián, ojalá pueda sacarme algo extra haciendo unas horas en la carpintería el fin de semana. No te preocupes.

Y es que la familia de Pedro es de las más pobres del pueblo y casi viven al día, ni siquiera llegan bien a fin de mes.

INT. / CASA DEL ABUELO / NOCHE

Esa misma noche Heidi duerme en el desván de la cabaña del abuelo como cuando era niña, en una cama con colchón de heno. La muchacha recuerda su infancia y mira por la pequeña ventana.

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Heidi: Todo sigue igual… mi cabaña, mi cama, las montañas… (Sonríe) Lo que daría por poder vivir de nuevo aquí… (Triste)

Y es que Heidi, quien está por terminar de cursar enfermería, nunca podría encontrar trabajo de lo suyo en un pueblo tan pequeño y aislado como Dorfli, pero por otro lado siente que su hogar está en las montañas y no en Frankfurt.

FRANKFURT, ALEMANIA
INT. / MANSIÓN SESEMAN, DORMITORIO DE HEIDI / NOCHE

Astrid está esculcando entre las cosas de Heidi, en ese momento ve un portarretratos en una mesa, con una foto de Heidi, el abuelo y Pedro, una foto de hace apenas cuatro años. La pelirroja habla consigo misma.

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Astrid: Así que este es el viejo, y este debe ser Pedro… Mmm… (Se muerde el labio) La verdad que está buenísimo el tipo, creo que tendré que hacer un viaje a los Alpes, jajaja.

AL DÍA SIGUIENTE
DORFLI, SUIZA
INT. / CONSULTA DEL MÉDICO / DÍA

De mañana temprano Heidi y su abuelo han ido al pueblo, a la consulta del doctor de Dorfli.  Sentados a su mesa conversan con él.

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Heidi: ¿Y bien doctor Klausen?

Doctor: Heidi tu abuelo padece del pulmón izquierdo, debe dejar de fumar inmediatamente y llevar una dieta equilibrada y baja en grasas.

Heidi: Compraré fruta y verdura antes de volver a casa. Deberíamos plantar un huerto cerca de la casa abuelito.

Abuelo: ¿Pero voy a ponerme bien?

Doctor: Si deja el tabaco sí, pero el proceso será lento señor Hessen.

Heidi: No se preocupe, señor médico, yo me encargaré que siga la dieta y deje el tabaco. Se lo prometo.

EXT. / PLAZA DEL PUEBLO  / DÍA

Bruno ha salido de la pensión del pueblo y camina con sus maletas rumbo a la montaña a la cabaña del viejo de los Alpes. En la plaza, Pedro espera por  las cabras de los aldeanos como cada mañana.

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Bruno: Buenos días, joven… ¿Podría indicarme como llegar a casa del viejo de los Alpes?

Pedro: ¿Quién lo busca?

Bruno: Me llamo Bruno Mayer, soy el prometido de Heidi. (Le tiende la mano pero Pedro no se la da)

Pedro: Ahm… ¿Así que tú eres el famoso Bruno? (Le mira mal pensando: El pijo de ciudad)

Bruno: Si no te importa agradecería no me tutearas, cabrero igualado.

Pedro: ¿Cómo sabe que soy cabrero? (Molesto)

Bruno: Bueno, no hay más que ver la pinta que llevas… (Se burla) Tú debes ser Pedro, Heidi me ha hablado mucho de ti. Imagino ya la verías ayer... ¿Me equivoco?

Pedro: Nos vimos ayer en la cabaña del viejo, sí.

Bruno: Bueno me marcho. ¿Por donde se va a casa del abuelo?

Pedro: Por allá… (Le indica) Todo recto y subiendo. No tiene pérdida.

Y Bruno se marcha sin ni siquiera darle las gracias, pero Pedro contiene la risa y habla consigo mismo.

Pedro: Jajaja. Pobre idiota, no sabe que por ese camino se va directo a otro pueblo. (Se burla)

El pícaro Pedro le ha gastado una broma a Bruno, una broma pero a posta para alejarlo de Dorfli un buen rato. Pedro se ríe solo, las cabras comienzan a llegar a la plaza. El cabrero silba y se lleva al rebaño hacia los pastos de los Alpes. En ese momento aparecen Heidi y el abuelo que acaban de salir de la consulta del médico.

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Heidi: ¡Pedrooo!!! ¡Espera!!!

Pedro: ¿Heidi?

Abuelo: Buenos días general…

Pedro: Cáscaras, si que es casualidad…

Heidi: Voy a la pensión a avisar a Bruno de que estamos aquí.

Pedro: No hace falta, acabo de encontrármelo y le dije que fuera subiendo hacia la cabaña. Imagino ya estará lejos.

Heidi: ¿Conociste a Bruno?

Pedro: Sí… (Contiene la risa) Bueno cuéntame sobre tu vida en Frankfurt, la universidad, todo.

Heidi: Pues verás… (Empieza a contarle cosas a Pedro, ambos sonríen y se miran a los ojos contentos)

El abuelo les mira en silencio, feliz de verlos juntos nuevamente. Y así los tres emprenden la marcha hacia la cabaña de Heidi. Los pequeños cencerros de las cabras resuenan por las calles de Dorfli y poco después por el viejo camino rural que asciende por las laderas.


CONTINUARÁ…

domingo, 27 de noviembre de 2016

Capítulo 1

EL REGRESO DE HEIDI
CAPÍTULO 1




FRANKFURT, ALEMANIA. Abril de 1902.
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Es un día muy soleado en Frankfurt, una de las ciudades más importantes de Alemania. Estamos a principios del siglo XX y nuestra recordada Heidi ya es toda una mujer. La joven ha estado varios años estudiando en la capital y alojándose en casa de su amiga de la infancia, Clara, la hija del señor Seseman. El sol brilla en lo alto aunque se notan los primeros indicios de la primavera. Varios coches de caballos así como decenas de personas transitan por el centro de Frankfurt, muy cerca de una elegante casa cercana a la catedral.

INT. / MANSIÓN SESEMAN, COMEDOR / DÍA

En casa del señor Seseman, toda la familia está reunida a la mesa. Es la hora de comer. Dicha mesa está presidida por el padre de Clara, su hija, y su segunda esposa, la señorita Rotenmieier. Sí, la misma de entonces años después se casó con el señor Seseman y a pesar de que deberían llamarla por su nuevo apellido como mujer casada, todos la siguen llamando por su nombre de soltera. Con ellos están Heidi y su prometido Bruno, quien ha sido invitado a almorzar con los Seseman. Así mismo, junto a la señorita Rotenmeier se encuentra su sobrina Astrid, hija de su difunto hermano. Astrid lleva ya varios años viviendo en casa de sus tíos aunque no se lleva bien ni con Heidi ni con Clara.

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Sr. Seseman: ¿Y cómo van tus estudios querida Heidi? Clara me ha dicho que el próximo verano terminarás tu carrera de enfermería en la Universidad de Frankfurt. ¿Cierto?

Heidi: Así es señor Seseman, estoy muy feliz. En cuanto acabe mis estudios, Bruno y yo nos casaremos.

Clara: ¿En serio Heidi? No sabíamos nada.

Srta. Rotenmeier: Felicidades Heidi… (Sonríe con falsedad, nunca le cayó bien Heidi)

Heidi: Gracias señorita Rotenmeier.

Bruno: Gracias, señora Seseman.

Sr. Seseman: Me gustaría que llamasen a mi esposa así por su nuevo apellido como mujer casada.

Heidi: Lo sé señor Seseman pero es la costumbre, lo siento. (Sonríe)

Clara: Toda la vida diciéndole Rotenmeier que… (Mirando a Heidi, ambas contienen la risa)

Astrid: Pues ya va siendo hora de cambiar esas malas costumbres. ¿No les parece?

Y es que las dos chicas recuerdan su infancia cuando la institutriz era toda una bruja con ellas, aunque lo sigue siendo.



ENTRADA




LOS ALPES, SUIZA
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INT. / CASA DEL ABUELO / DÍA

El abuelo de Heidi está postrado en una cama, gravemente enfermo. Con él están Brígida y la abuela de Pedro. Como recordaremos Brígida era la madre del simpático cabrero suizo. La abuela está sentada en una silla. El fuego de la chimenea caldea la estancia.

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Abuelo: ¿Cómo que le escribieron una carta a Heidi, Brígida? No quiero que mi nieta se preocupe por mí innecesariamente. Estoy bien… (Tosiendo)

Brígida: No está bien, viejo de los Alpes, y lo sabe. Mire que tos tiene, lleva ya dos semanas así.

Abuela de Pedro: Escuche a Brígida, señor Hessen. Es por su bien…

Abuelo: ¡Aún así no debieron meterse en asuntos que no les corresponden! Heidi está aún por terminar sus estudios de enfermería en Frankfurt y si viene a las montañas no podrá seguir su carrera.

Brígida. No se enfade usted, mi madre y yo pensamos que era lo mejor.

En ese momento se oye fuera de la cabaña un silbido, es Pedro que baja de los pastos con las cabras de los aldeanos. 

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El muchacho ya es un apuesto joven pero sigue siendo el mismo de siempre. Pedro toca a la puerta y entra en la cabaña.

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Pedro: Hola viejo… (Sonríe) Hola mama, abuela… ¿Qué hacen aquí?

Brigida: Hola hijo, vinimos a visitar al abuelo de Heidi.

Abuelo: Estas dos le enviaron una carta a Heidi para decirle que estoy enfermo, sin mi consentimiento.

Abuela de Pedro: Pero lo hicimos por su bien, ya se lo hemos dicho. ¿Verdad Brígida?

Pedro: No se enfade viejo, hace más de cuatro años que Heidi no viene a los Alpes, seguro le hará ilusión regresar y hacerle una visita.

Abuelo: La echo tanto de menos… Pero yo sé que los estudios eran muy importantes para ella a pesar de que Heidi ama estas montañas.

Pedro: Lo sé, yo también la extraño. Todavía recuerdo cuando ambos subíamos juntos a los pastos con las cabras.  Cuantas anécdotas… parece que fue ayer. (Sonríe pero triste)

Abuelo: Heidi se va a casar Pedro.

Pedro: ¿Quéee?

Brígida: ¿Se casa Heidi? ¿Con quién? Ni siquiera sabía que tuviera novio en Frankfurt.

Abuela de Pedro: Y yo menos. ¿Quién es el afortunado?

Abuelo: Creo que se llama Bruno, es un muchacho de Frankfurt, sus padres tienen una importante empresa textil en esa ciudad.

Pedro: ¿Cómo que Heidi se va a casar? ¿Cuándo se enteró de eso, abuelo?

Abuelo: Ayer el cartero me trabajo una misiva de Heidi. Se casan el año que viene, después de que Heidi termine la universidad.

Pedro: Entiendo… (Triste pensando: Se va a casar con otro… Heidi se olvidó de mí….)

Brígida: Se hace tarde Pedro, será mejor que nos marchemos. Madre, deme el brazo…

La señora toma a la abuela y la ayuda a levantarse de la silla.

Abuela de Pedro: No esté enfadado, viejo de los Alpes, verá como Heidi viene a Dorfli y eso le hará bien.

Brígida: Y perdónenos otra vez… (Se van)

Pedro: ¡Chao viejo, cuídese mucho! Mañana cuando suba a las cabras le echaré una mano para partir leña y ordeñar, como estos días pasados. ¿Está bien?

Abuelo: Muchas gracias general. (Sonríe)

Pedro: Ya tengo ganas de ver a Heidi… Ojalá venga pronto. ¡Hasta mañana!

El chico sale de la cabaña y silba a las cabras para reunir al rebaño. Pedro emprende la bajada hacia el pueblo para dejar a los animales en las casas de sus respectivos dueños. Su madre y su abuela caminan tras de él y las cabras a poca distancia.

FRANKFURT, ALEMANIA
INT. / MANSIÓN SESEMAN, DORMITORIO DE HEIDI / DÍA

A última hora de la tarde, antes de la puesta de sol, Clara toca a la puerta del cuarto de Heidi. La morena está sentada a una mesa, estudiando. Clara abre un poco la puerta.

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Clara: Heidi, soy yo. ¿Puedo pasar?

Heidi: Por supuesto, Clara. ¿Necesitas algo? Estoy estudiando para el examen del lunes.

Clara: Heidi, ha llegado una carta para ti. Toma. (Se la da)

Heidi: ¿Una carta, a esta hora?

Clara: Al parecer llegó esta mañana pero a la zafia de la Rotenmeier se le olvidó dártela. Acaba de decírmelo.

Heidi: Esa mujer nunca me pudo ni ver, no cambiará así cumpla cien años.

Clara: Todavía no entiendo qué fue lo que vio mi padre en ella, si incluso es mayor que él.

Heidi: La señorita Rotenmeier supo como seducir al señor Seseman, estoy segura de que su sobrina Astrid fue la culpable.

Clara: Y pensar que cuando éramos niñas siempre pensábamos que se quedaría para vestir santos toda la vida.

Heidi: ¿Sabes una cosa, Clara? Yo creo que esa mujer se casó con tu padre por el dinero de tu familia.

Clara: ¿Tú crees?

Heidi: Piénsalo, tu padre es un hombre apuesto, más joven, de buena posición económica, dueño de hoteles… Y ella… ¿Ella que era? Una amargada institutriz que le llevaba casi diez años.

Clara: Bueno, abre la carta. Creo que es de Brígida, la mamá de Pedro.

Heidi: Sí, es verdad… (Abriendo el sobre, Clara se sienta a su lado)

Clara: ¿Y bien, qué dice? ¿Cómo está la abuela, Pedro, las cabras…?

Heidi: Dios mío… (Leyendo el papel) Brígida dice que mi abuelito está muy enfermo. Siempre le dije que dejara de fumar que el tabaco no le hacía bien y nunca me hizo caso.

Clara: ¿Tu abuelo está enfermo? Ay no… (Triste)

Heidi: Brígida me ha pedido que vaya a Dorfli.

Clara: ¿Y vas a ir, amiga?

Heidi: Claro que sí, no puedo dejar sólo a mi abuelo en estas circunstancias. Creo que lo mejor será ir a Suiza y traerlo a vivir acá conmigo. Hablaré con tu padre. En cuanto me gradúe y consiga un buen trabajo podré hacerme cargo económicamente de él.

Clara: Entiendo… Bueno pues no se hable más, te ayudaré a hacer las maletas.

Heidi: Voy a llamar a Bruno por teléfono. Ahora regreso. (Se va)

Mientras tanto Clara va por unas maletas y abre los armarios de Heidi para recoger ropa.


INT. / CASA DE BRUNO, SALÓN / NOCHE

Bruno habla con su novia por teléfono. Heidi está en el salón de la mansión Seseman.

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Heidi: Lo siento, mi amor pero mi abuelito está muy enfermo. Es mi deber ir a los Alpes.

Bruno: ¿A los Alpes? ¿Ahora? Estás en plenos exámenes, apenas faltan unos meses para que termine el curso. Si te marchas no podrás…

Heidi: Eso ahora no me importa, sólo quiero que mi abuelo se ponga bien. Allá solo en las montañas… No es lugar para él ya es muy mayor.

Bruno: ¿Y qué sugieres que hagamos? ¿Traerlo a vivir a Frankfurt?

Heidi: Esa es la idea, Bruno.

Bruno: ¿Quée? Ni hablar… (Molesto) Lo que faltaba, todavía no nos hemos casado y ya me quieres meter a tu abuelo en casa. Lo que faltaba.

Heidi: Es mi única familia, no puedo dejarlo sólo y no pienso meterlo en un asilo. ¿Te queda claro? El abuelito me necesita.

Bruno: El abuelito, el abuelito…. ¿Te oyes cuando hablas? Parece tuvieras ocho años todavía.

Heidi: ¿Y qué? Yo siempre le voy a llamar así.

Bruno: Está bien, vete a los Alpes. ¿Cuándo vas a volver?

Heidi: No lo sé, Bruno, no lo sé todavía por eso había pensado en que tal vez… podrías acompañarme. Mi tren sale mañana a primera hora.

Bruno: ¿Acompañarte a Suiza, quién yo? De ninguna manera, tengo que trabajar.

Heidi: Sólo serían unos días, luego si quieres podrías volver a Frankfurt tú sólo. Puedes hablar con tu padre y pedirle permiso, estoy segura que te lo concederá, mi amor.

Bruno: Está bien, veré que puedo hacer… Te llamaré más tarde.

Heidi: Un beso, te quiero. (Sonríe ingenua)

Bruno: Un beso… (Colgando el teléfono)

En casa de Bruno, su amante Astrid le abraza por la espalda y le besa en el cuello.

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Astrid: ¿Qué te dijo la estúpida de Heidi? ¿Se está muriendo su abuelito? Jajaja. (Se pone frente a él, bebiendo una copa de licor)

Bruno: Maldita sea… Ahora quiere que vaya con ella al mugroso pueblo ese de los Alpes, Dorfli o como se llame.

Astrid: Esa pánfila siempre estuvo muy unida al viejo. Mi tía me lo ha dicho mil veces.

Bruno: Ojalá y el vejete estire pronto la pata… No quiero meterlo en mi casa.

Astrid: ¿Por qué te vas a casar con Heidi? ¿Acaso la amas tanto como dices o qué?

Bruno: La amo a mi manera…

Astrid: Claro, por eso mientras te acuestas conmigo. Menuda forma de amar…

Bruno: El viejo tiene algunos terrenos en los Alpes, con suerte cuando se muera pasarán a nombre de Heidi.

Astrid: ¿Y para qué demonios quieres tú unas tierras perdidas en medio de la nada? ¿Qué quieres hacer allí?

Bruno: Una estación de esquí. (Sonríe con ambición)

Astrid: ¿Quéee? (Escuchamos música incidental)


LOS ALPES, SUIZA
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EXT. / CASA DE PEDRO, PATIO / DÍA

Pedro está cortando leña con el hacha. El muchacho conversa con su amigo Sebastián, un chico del pueblo que ha ido a hablar con él.

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Sebastián: Imagino que la noticia de que Heidi se va a casar con el tal Bruno no te ha hecho ninguna gracia, eh, Pedro.

Pedro: No me hables del tema, que estoy… (Partiendo leña)

Sebastián: Debes olvidarte de ella, amigo, lo digo por tu bien. Heidi nunca se fijará en ti como hombre. Hace mucho que se marchó a Frankfurt y ahora que va a contraer matrimonio pues…

Pedro: Pronto se olvidó de mi la muy… (Enojado) ¿Cómo puede casarse con ese tipo? ¿Es que yo nunca le importé o qué? (Dejando el hacha en el tronco)

Sebastián: Tal vez para ella tú seas como… como un hermano.

Pedro: Deja de decir bobadas, nunca nos vimos de esa manera. Yo la quiero, siempre la he querido, y no como a una hermanita como tu piensas.

Sebastián: ¿Cuándo fue la última vez que vino a Dorfli?

Pedro: Hace cuatro años que se fue a estudiar a Alemania, no hemos vuelto a vernos desde entonces. Siempre he estado enamorado de Heidi, Sebastián… Desde que éramos apenas unos niños.

Sebastián: ¿Vas a contarle sobre tus sentimientos?

Pedro: No, no lo sé… no quiero perder su amistad… Pero… por otro lado odio la idea de verla casada con otro hombre. Eso es todo. Me dan celos, no lo puedo evitar.

Sebastián: Bueno me marcho, tengo cosas que hacer en la carpintería. Ya nos vemos el domingo en misa. Cuídate. (Se va)

Pedro: Adiós Sebastián.

En ese momento se oye la voz de su abuela por la ventana de la cabaña.

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Abuela: ¡Pedrooo!!! ¡Pedrooo!!!

Pedro: ¿Sí, qué pasa abuela?

Abuela: Hijo hazme el favor y le echas de comer a las gallinas que se me ha olvidado…

Pedro: Está bien, ahora mismo voy… En una hora tengo que subir a los pastos con las cabras.

Abuela: Tu madre está ordeñando la vaca en el establo, dile que estoy terminando de hilar lana y que voy a preparar el desayuno.

Pedro: No te preocupes, abuela, yo le digo. (Se marcha)


FRANKFURT, ALEMANIA
INT. / ESTACIÓN DE FRANKFURT, ANDENES / DÍA
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Heidi y Bruno se disponen a subir al tren que les llevará a los Alpes. En el andén están Clara y el señor Seseman hablando con ellos.

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Clara: Que tengan buen viaje, amiga. Dale muchos recuerdos al abuelo y a Pedro. Bueno y a Brígida, la abuela… a todos. (Sonríe)

Heidi: No te preocupes, Clara, se los diré.

Sr. Seseman: Cuida bien de Heidi. ¿Eh Bruno?

Bruno: Descuide señor Seseman… Ya tengo ganas de llegar y conocer aquello, Heidi me ha hablado tanto de las montañas…

Heidi: Te van a encantar, mi amor. Ya vas a ver. (Sonríe dulce)

Ambos suben al tren. En el andén Clara y su padre les dicen adiós con la mano. Mientras tanto a poca distancia de ellos, entre la gente, la señorita Rotenmeier y su sobrina Astrid conversan.

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Astrid: Se va con la cabrera, tía, no me lo puedo creer. Bruno es un imbécil. Ya me tiene harta.

Heidi: Tienes que conseguir que Bruno la deje plantada en el altar, tienes que casarte con él.

Astrid: Eso es lo que pretendo. Bruno tiene mucho dinero, es el soltero más codiciado de Frankfurt. Incluso más que el señor Seseman en su día.

Srta. Rotenmeier: No compares, mi esposo es mucho más guapo. (Sonríe) Jajaja.

Astrid: Bueno, no te puedo negar que Bruno no es muy agraciado pero está forrado en billete y es el hombre que me conviene. No puedo dejar que se case con esa pedorra de Heidi, esa piojosa ordeñadora de cabras con ínfulas de enfermera.

Srta. Rotenmeier: Se nota que tú tampoco la puedes ni ver. ¿Eh sobrina? (Se burla)

Astrid: Con razón nunca la soportaste. A pesar de haber estudiado una carrera y haberse refinado sigue siendo la misma paleta de pueblo que era cuando se vino a Frankfurt de niña.

Srta. Rotenmeier: Tengo entendido que Bruno regresará dentro de cuatro días, con lo cual es tu oportunidad para alejarlo de Heidi y que ambos rompan su compromiso matrimonial, cariño.

Astrid: Voy a conseguir que la deje plantada el mismo día de la boda, tía, o antes si puedo lograrlo. Eso te lo juro. (Sonríe con maldad)

Y es que tía y sobrina son tal para cual, cortadas con la misma tijera  como se suele decir.

AL DÍA SIGUIENTE
MAIENFELD, SUIZA
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El tren procedente de Frankfurt ha pasado muchas horas de viaje desde su partida. Al fin ha llegado al corazón de los Alpes, a la pequeña ciudad de Maienfeld. Bruno y Heidi bajan del tren con sus respectivas maletas.

EXT. / ESTACIÓN DE MAIENFELD, ANDÉN / DÍA

Heidi mira a su alrededor, a los lejos se ven los Alpes, sus adoradas montañas. La chica sonríe feliz pues todo le trae grandes y bonitos recuerdos.

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Heidi: Bueno pues ya estamos en Maienfeld.

Bruno: ¿Queda lejos el pueblo ese?

Heidi: ¿Dorfli? No, a pocos kilómetros. Buscaremos algún coche de caballos que nos pueda acercar hasta allá. Luego si nos tocará caminar hasta la cabaña del abuelo pero no está muy lejos, no te preocupes, mi amor.

Bruno: ¿Caminar? ¿Tendremos que subir por las cuestas? Lo que faltaba… (Con mal tono)

Heidi: Venga, no refunfuñes, antes de que te des cuenta estaremos allí. Verás como te vas a enamorar de los Alpes. Esto es precioso.

Y realmente lo es, majestuosas y elegantes se alzan las montañas que dominan un bonito y verde valle sembrado de campos de cultivo, pastos y árboles. Vacas y cabras pacen en los frescos y verdes prados. La vida es muy tranquila, y muy diferente de la bulliciosa Frankfurt. Heidi y su prometido suben a un coche de caballos rumbo a Dorfli, el pequeño pueblo perdido entre las montañas.

EXT. / CASA DEL ABUELO, PATIO / DÍA

Lejos de allí, el abuelo de Heidi, que hoy se siente algo mejor está ordeñando sus dos cabras junto a la puerta del establo. El viejo de los Alpes es sorprendido por Pedro que llega con el rebaño del pueblo como cada mañana para llevarlo a los pastos frescos de las montañas. El muchacho silba y se le acerca.

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Pedro: ¡Buenos días viejo!! (Sonríe) ¿Qué hace fuera de la cama? ¿Sabe algo ya de Heidi?

Abuelo: No.

Pedro: ¿Qué hace ordeñando las cabras? Debería estar acostado, deje que lo haga yo, abuelo

Abuelo: Te digo que estoy bien, Pedro… (Tosiendo)

Pedro: ¡No, no está nada bien!! ¡Venga conmigo! (Le ayuda apoyándole en su hombro) Vamos dentro, le haré un vaso de leche caliente.

Abuelo: Hay que ordeñar las cabras, general.

Pedro: Yo lo haré antes de subir a los pastos con el rebaño. No se preocupe usted.

Abuelo: Eres tan noble muchacho… ¿Sabes una cosa? Siempre pensé que Heidi y tú terminarían juntos.

Pedro: ¿Juntos, cómo así? (Avergonzado)

Abuelo: Casándose y formando una familia aquí en los Alpes… Ese era mi deseo pero… ella decidió estudiar en Frankfurt y…

Pedro: No diga tonterías, Heidi y yo… ¿Novios?

Abuelo: Claro… ¿Por qué no, o no te gusta mi nieta, general?

Pedro: Claro que me gusta… este, no… (Avergonzado)

Abuelo: Jajaja. (Tose) ¿En qué quedamos, o te gusta o no te gusta?

Pedro: No hablemos de eso, a la cama, viejo, que está tosiendo mucho y tiene que descansar. Vamos.

Abuelo: Prométeme una cosa, Pedro… por favor te lo pido.

Pedro: ¿El qué viejo?

Abuelo: El día que yo me muera quiero que te quedes con esta cabaña y con mis cabras.

Pedro: No diga eso abuelo, usted va a vivir muchos años todavía. No hable de esas cosas.

Abuelo: Heidi no va a volver a vivir aquí, se casará y se quedará para siempre en Frankfurt. Por eso había pensado que tal vez… tal vez pudiera dejarte mis tierras a ti. La granja no es muy grande Pedro, tú bien lo sabes pero… pero podrías criar algunas vacas, ovejas, cabras… Lo que tú quieras. Incluso sembrar algo de trigo en las zonas más llanas.

Pedro: Bueno ya otro día lo hablamos. ¿Sí? A casa, vamos…

Y así Pedro ayuda al abuelo de Heidi. Acto seguido el muchacho ordeña las dos cabras del anciano y corta leña para él. Cuando ha terminado todo el trabajo, Pedro se marcha con el rebaño de cabras de los aldeanos, las del abuelo incluídas, para realizar su trabajo diario.

DORFLI, SUIZA
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EXT. / PLAZA DEL PUEBLO / DÍA

Heidi camina con su maleta, tras ella va su prometido Bruno con la suya. El alemán rezonga mientras Heidi va varios metros por delante de él.

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Bruno: Cargados con las maletas como burros hasta la cabaña de tu abuelo. Si lo llego a saber…

Heidi: Bueno ya Bruno, te dije que mi abuelito vivía lejos del pueblo. Ten paciencia, llegaremos enseguida.

Bruno: Me duelen los pies… las calles son de piedras mal puestas encima. (Quejándose)

Heidi: Ya deja de quejarte…

Bruno: Mira  Heidi, creo que yo no voy a subir a casa de tu abuelo. Me quedaré en el pueblo. ¿Hay alguna pensión?

Heidi: ¿Qué? ¿Cómo que te quieres quedar en Dorfli?

Bruno: No quiero subir tantas cuestas, estoy cansado del viaje, princesa. (Sonríe fingido)

Heidi: Mmm… está bien, está bien. Allí hay una pensión, la única del pueblo. Yo subiré hasta casa del abuelo pero mañana te quiero ver allí conmigo. ¿Está bien?

Bruno: Está bien, cariño. Mañana a primera hora subiré a casa de tu abuelito. ¿Ok? (Sonríe) Es que no puedo más… lo siento.

Heidi: Como quieras… (Molesta) Nos vemos mañana entonces.

Y la joven se marcha muy enojada, camino de las montañas. La gente la mira, todo el mundo la recuerda, saben que es Heidi. Nadie esperaba verla de nuevo en el pueblo tras tantos años fuera. Heidi sale de Dorfli y camina hacia casa de su abuelo. En los campos las vacas pastan libremente, al igual que las ovejas y caballos. 

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Imagen relacionada

Algunos granjeros comienzan la siembra de cereal y las labores del campo de inicios de primavera. Heidi mira a todas partes y sonríe contenta pues pasó su infancia aquí y todo le resulta familiar e inolvidable. 

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¿Qué ocurrirá cuando Heidi llegue a casa del abuelo? ¿Será que se reencuentre con Pedro? No te pierdas el próximo capítulo.


CONTINUARÁ..